10 feb 2019

Vivencias de un soldado republicano de la guerra civil


Esto quedó escrito por mi abuelo, Mario López Aguado (el yayo), cuyo recuerdo aún me abraza y me cubre de ternura. Son apuntes breves y hasta cierto punto inconexos, que parecen destinados más a mantener vivo el recuerdo de lo que pasó para nosotros, sus nietos y nietas, que a dejar un testimonio para una posteridad desconocida.

(Cuando el Yayo "Pasó", internet era aún un fenómeno prescindible. Creo que le hubiera gustado ese aspecto que aún permanece de la Red como difusor igualitario de conocimientos e ideas sin barreras).

Debe tenerse en cuenta que esto se escribió "a toro pasado". De los padecimientos para sobrevivir y sacar adelante una familia en plena postguerra y durante toda la dictadura fascista, máxime siendo un Rojo, nada dejó escrito. Aunque quizá hable de ello más adelante, a través de de los recuerdos de mi padre y mis tíos.


Entre líneas me temo que es fácil adivinar las privaciones, el miedo y el dolor de aquel muchacho que vió su vida truncada (y él entonces no adivinaba en qué medida su mundo no volvería jamás) y se encontró envuelto en la peor de las violencias, la de una guerra civil, entre vecinos y familias, para mayor gloria de quienes sólo ansiaban mantener o ampliar sus privilegios al precio de la sangre, el odio y la miseria ajenas. 


Aún no hemos recuperado el espíritu de hermandad, el ansia de un futuro mejor y compartido, y la alegría de las libertades conseguidas que la II República auguraba. Nos queda al menos la obligación y el deseo de no olvidar.


Esta es la "Voz" de mi abuelo, conservada en un puñado de cuartillas escritas a máquina:

Transcurría el año 1938 en plena guerra civil española. Acababa de incorporarme a mi quinta, la última movilizada por el ejército republicano afincado en Cataluña, llamada humorísticamente "del chupete", por estar integrada por muchachos de 17 ó 18 años de edad. La anterior quinta recibió el nombre de la del "biberón", compuesta por otros mozos un año más "viejos".


Después de un período de adiestramiento en la retaguardia, fuimos incorporados al grueso del ejército que operaba en Cataluña, concretamente en las provincias de Tarragona y más tarde en la de Lérida, cerrando filas con los veteranos destinados a estas provincias y que procedía de distintos lugares de la España republicana.


La primera experiencia bélica en la que participé fue en el paso de las tropas de aquel sector, de una a otra orilla del río Ebro, que se llevó a cabo entre las poblaciones de Flix y Ascó, en la provincia de Tarragona, operación que transcurrió con relativa calma, aunque con gran expectación y nerviosismo por los novatos e inexpertos soldados.

A esta siguieron otras experiencias, como la que aconteció no mucho después de la anterior.


Se me destinó esta vez, con otros compañeros, a efectuar un servicio de socorro que había de efectuarse desde la segunda línea a un punto en pleno combate, en una ambulancia destinada a recoger heridos y transportarlos a un hospital de retaguardia. Al llegar a nuestro destino, en plena batalla, nos sorprendió un bombardeo de los temidos aviones italianos "Caproni", lo que nos obligó a saltar rápidamente de la ambulancia y refugiarnos dentro de las cercanas trincheras hasta que cesó el bombardeo aéreo.

Al regresar al punto donde habíamos aparcado la ambulancia, esta había quedado reducida a un informe montón de hierros retorcidos y humeantes, por efecto de alguna bomba lanzada por los aviones italianos.



Esta vez, el frente donde me encontraba operando, en las estribaciones de la sierra de La Fatarella, entró en una fase de calma, después de unas semanas de fuerte actividad y bastantes bajas, lo que obligó al mando a relevar las fuerzas afectadas por otras fuerzas de refresco.

De regreso a la retaguardia, arribamos a un pueblo cuyo nombre no recuerdo y nos alojamos por grupos en distintos lugares del pueblo, tales como la iglesia, abandonada, almacenes vacíos y lo que parecía ser el casino. Yo formaba parte de este último grupo. Entramos en una sala muy espaciosa, débilmente alumbrada, y nos dispusimos a ocupar cada uno el sitio que iba a ser nuestro espacio para el descanso en los próximos días que durase la estancia en aquel lugar, hasta que nos destinasen de nuevo a la primera línea.

Al dirigir la mirada a mi entorno descubrí un gran espejo adosado a una de las paredes del local, y en el que se reflejaban las figuras de varios de los ocupantes del salón en el que nos encontrábamos. De pronto, me llamó la atención uno de los personajes reflejados en el espejo, el que estaba más cerca de mí, lo que me llevó a acercarme más para identificarle. Era un muchacho como muchos de los que allí se hallaban, pero había algo particular y extraño en él. Era muy moreno, desgreñado, con la barba crecida, fruto del mucho tiempo en campaña, y tenía algo familiar. Intrigado, vi que se movía, yo imité el mismo movimiento que él y esto se repitió varias veces, hasta que, de pronto exclamé: Pero... ¡¡Si soy yo!!



Las marchas a pie, que se prolongaban en interminables kilómetros, eran agotadoras. Además de la natural fatiga, la sed y el hambre se hacían insoportables. Cuando arribábamos a algún riachuelo bebíamos con ansia, pero comida no había, porque siempre estábamos lejos de poblado hasta el final.
Al principio de la marcha, cuando todavía no había empezado el cansancio, cundía la euforia y el buen humor de la tropa derivaba en alguna canción alusiva a cualquier tema que lo propiciase. En una ocasión se rumoreó que la marcha a pie de aquel día se debía a que los camiones que debían trasladarnos a nuestro destino carecían de gasolina accidentalmente, y con este motivo, la tropa rompió a cantar a coro una letrilla alusiva:

Si no tienen gasolina
ocairí, ocairá
pa hacer andar los camiones,
ocairí, ocairá,
si no tienen gasolina
nos meamos en los bidones
ocairí, ocairá
ocairí, ocairá…


El hambre a los 18 años es HAMBRE con mayúsculas, y ello nos obligó a saciarla, en parte, de la forma únicamente posible en aquellas circunstancias. Caminábamos al borde de un sembrado de cebollas y este fue el “menú” de aquella mañana. Nos abalanzamos todos a comer lo que la naturaleza nos ofrecía tan generosamente. Yo odiaba aquel bulbo y lo volví a odiar después, pero en aquella ocasión me resultó un manjar exquisito.



Uno de los distintos destinos que tuve durante la campaña fue en transmisiones. Se trataba de extender una línea telefónica desde las trincheras hasta el puesto de mando de la compañía. Un compañero llevaba el rollo de cable y yo un teléfono colgado de un hombro por una correa. Mi compañero iba extendiendo el cable por el suelo y yo iba delante con el teléfono.


Ambos íbamos expuestos al fuego del enemigo, que en aquel sector se corrió la voz de que utilizaba balas “dum-dum”, las cuales al llegar a su destino explotaban y abrían unas heridas mortales de necesidad. Íbamos corriendo los dos para librarnos de este peligro cuanto antes, cuando a una distancia relativamente corta fuimos alcanzados por un proyectil de mortero.


Tal vez por efecto de la onda expansiva caímos ambos al suelo, y al levantarnos comprobamos que sólo yo tenía una ligera herida, pero el teléfono estaba totalmente destrozado y el cable había desaparecido.


El reparto de la correspondencia era siempre muy irregular, sobre todo cuando esto ocurría en la primera línea, de modo que al recibir aquel día las cartas de nuestros familiares fue un acontecimiento para los destinatarios de las mismas.

Tras leer la misiva que me había correspondido quise cambiar algunas palabras con el compañero “cartero”, pero cuando llegué a él lo encontré caído de bruces en el suelo de la trinchera. Estaba muerto.



De nuevo en retaguardia, llegó el 25 de diciembre de 1938 y el mando organizó una comida extraordinaria de Navidad, para lo que se destinó un local capaz para toda la tropa, y al final del ágape, aprovechando la euforia general tras el “buen yantar”, el mando nos sorprendió con una inusitada novedad: nos presentó a un sacerdote católico, que desde aquel momento quedaba incorporado al ejército republicano como “miliciano de la cultura”, y su misión era cuidar de la biblioteca del pueblo y dar charlas religiosas a la tropa allí residente. También intervenía en alguna disputa más o menos violenta entre los soldados, de manera esporádica, etc. Aunque con cierto recelo fue recibido sin protestas por la soldadesca.



Como premio a nuestro comportamiento de tantos meses de campaña, al fin se nos concedió un permiso de veinticuatro horas para disfrutarlo con nuestras familias residentes en Barcelona o localidades próximas a ella. Previamente se nos abonó la retribución mensual – 300 pesetas - … y un preservativo para los que quisieran tener un encuentro amoroso circunstancial, previas las debidas precauciones higiénicas que el caso requería.



Las actividades bélicas en todos los frentes republicanos en la zona donde operaba el Ejército del Ebro, tomaban mal cariz de día en día y empezaba a cundir el desánimo en las tropas “rojas” como se les denominaba en el bando franquista.


No obstante, si la situación era adversa, el valor de los republicanos mantenía la esperanza de un próximo giro favorable. Así, una mañana en que mi compañía, la 124, se hallaba apostada en una loma esperando órdenes de la superioridad para reanudar la marcha hacia donde fuera más conveniente, oteando el horizonte descubrimos con gran expectación y entusiasmo, una larguísima caravana de nuestras fuerzas, compuesta por numerosos camiones repletos de material bélico unos, y de fuerzas de refresco otros, que al parecer se dirigían a algún lugar para organizar algún contraataque al enemigo. Entre el entusiasmo general se alzaron las voces de nuestros soldados que gritaban: “ ¡No pasarán, no, no pasarán!



La actividad en los distintos frentes continuaba enconada por ambos bandos. Se trataba esta vez de tomar al asalto una posición estratégica que defendían con ahínco y nutrido fuego de fusilería y ametralladoras los nacionales.
-¡Adelante muchachos! - gritaba el sargento Matías - ¡Sólo se muere una vez! - eso es lo que me preocupa – pensaba yo – si se pudiera morir más de una vez, si tuviéramos siete vidas como jocosamente se les atribuye a los gatos, no me importaría perder una de las siete…



La guerra en Cataluña tocaba a su fin. El Ejército republicano se rompía por todos los frentes y empezó una dispersión general y un deambular desordenado por campos y carreteras hasta caer en poder del enemigo. Mi grupo se encontró, de improviso, rodeado de soldados nacionales y tuvimos que rendirnos.

Se trataba de soldados marroquíes que enseguida nos sometieron a toda clase de humillaciones. Uno de ellos me arrebató el abrigo (estábamos ya en invierno) e inmediatamente se lo puso, a pesar de que él era bastante más alto que yo, y así se lo dije, pero él contestó: "Yo también estar fino"...

Pronto nos sumamos a una columna de prisioneros e iniciamos una marcha de dos días sin comer ni beber hasta que al llegar a un pueblo ya de la provincia de Lérida, la Guardia Civil nos concedió un descanso y uun rancho, y a continuaciónnos embarcaron hacinados en camiones que nos trasladaron hasta Lérida capital. Allí fuimos transportados hasta un tren de mercancías que, tras un incomodísimo viaje, nos depositó en Zaragoza.


Nos alojaron en un cuartel habilitado expresamente para nosotros y en el que permanecimos un día y medio, tratados más humanitariamente. De nuevo se inició otro traslado en ferrocarril hasta Valladolid, donde enlazamos sin pausa con un estrafalario tren de cercanías que nos depositó en el pueblo castellano de Medina de Rioseco, donde acabó nuestro peregrinar.

Al bajar del “tren burra”, como se apodaba el tal, desfilamos por las calles del pueblo, camino de nuestro último destino. Yo, como consecuencia de las terribles caminatas anteriormente descritas, tenía los pies llagados, lo que me hacía caminar defectuosamente. Uno de los que contemplaban el desfile exclamó: ¡Mirad, los “rojos” reclutan hasta a los cojos!…


Y llegamos a lo que sería nuestro definitivo destino, lo que podría llamarse “el campo de prisioneros”; un gran patio capaz para alojar ampliamente a la totalidad de cautivos.

Ocupando una parte del mismo, había construidos unos barracones de adobe destinados a ser nuestro hábitat. Dormiríamos en colchonetas, dispuestas en el suelo de dichos barracones.

Cada mañana se nos hacía formar para hacer instrucción militar, al mediodía formábamos de nuevo en el amplio patio para distribuirnos el rancho, previo el obligado saludo brazo en alto, al grito de ¡Franco, Franco, Franco!. Algunos remisos, aprovechando la ocasión gritaban ¡Rancho, rancho, rancho!, y este grito quedaba confundido con el otro por mayoría.

Por su parte, el cura castrense formaba a los prisioneros y les obligaba a cantar a coro el “Cara al Sol”, el himno característico de la España nacional. Cuando alguien cometía alguna falta disciplinaria, se le castigaba a cavar letrinas.

La guerra había terminado con la victoria franquista. El destino final de los prisioneros era su incorporación paulatina al servicio militar subsiguiente a su situación de prisioneros, o a pasar una depuración política.

Mis padres, residentes temporalmente en Barcelona, consiguieron para mí un certificado de buena conducta, expedido por su jefe de barrio, con el que conseguí la libertad plean y mi regreso con los míos justo el 21 de Abril de 1939, el mismo mes y día en que fui movilizado el año anterior…

FIN 

(De aquí en adelante es otra historia más de un republicano superviviente, al que ni siquiera el miedo le arrebató la memoria, en una España oscura que algunos ignorantes o gentes sin alma quisieran de vuelta).

Salud y Anarquía

19 dic 2016

El Efecto Rasputín

El Efecto Rasputín
"Qué ganas tengo de que acabe esto para no volver a pisar este país"
(Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, Infanta de España)

Casi dos años después retomo la tarea de volcar desahogos y vomitar frustraciones y desesperanzas. Releer mi último post ahonda la certeza de que el panorama político y social casi no ha variado, y las reivindicaciones de entonces siguen siendo válidas hoy. 

Entre medias, Podemos se ha instalado en el Parlamento y los Parlamentos. No está mal, aunque ahora empieza la cuenta atrás hacia la institucionalización y la irrelevancia o hacia el cumplimiento de la promesa de cambio y futuro.

El PSOE, fiel a su deriva liberal, se ha suicidado en la plaza pública. Nada nuevo bajo el sol.

La UE cada vez se parece más a lo que fue en el período de entreguerras que a lo que nos vendieron cuando se votó la Constitución Europea (con un vergonzoso 42% de participación, que hubiera debido bastar para frenar la integración).

En EEUU ha ganado un presidente con ramalazos neofascistas. El péndulo vuelve a oscilar.

Nos ha dejado el último referente revolucionario, icono de la resistencia a la globalización y el imperialismo económico: Fidel Castro.

Y el PP sigue gobernando en España, y sube en intención de voto. Los Santos Inocentes Edición Coleccionista.

El mundo es un lugar peor, más inseguro, intolerante y egoísta. Desde luego, no mejor. Y ahora sabemos que los coches voladores no flotarían sobre el paraíso sino sobre las calles de Blade Runner.

Y aquí seguimos sumando vergüenzas, renuncias y desesperanzas:

Seguimos sumando caídos por la demolición de la Sanidad, conciudadanos muertos por falta de recursos y atención, por denegarles la medicación a quienes mueren sin ella (con la justificación inhumana de su coste monetario), niños que quedan sin vacunas por falta de recursos de sus familias...

Seguimos sumando caídas por terrorismo machista (mujeres torturadas y asesinadas a manos de hombres que hasta el día de su vergüenza se sienten amparados social, política y hasta legalmente por un patriarcado indiferente y asesino).

Sigue habiendo un ejército (me he sumado recientemente a él) insostenible e intolerable de parados con pocos o ningún recurso. Y aún peor, trabajadores que vendiendo su tiempo de vida y su esfuerzo al beneficio de empleadores mezquinos y cortos de vista, no son capaces de asegurar con su salario la subsistencia.

Ancianos y ancianas que sostienen familias enteras, jóvenes que se ven forzados al exilio económico como hicieron sus abuelos en una España más pobre (en términos reales) y atrasada.

Leyes que castigan la protesta, el testimonio, la información veraz y hasta el chiste.

Es lo que he dado en llamar el Efecto Rasputín, en referencia a esa leyenda según la cual el mentor del joven zarévich Alekséi Románov tomaba a diario pequeñas dosis de veneno para inmunizarse ante un posible atentado a su vida. Si desarrolló tolerancia suficiente (o no) quedó sin comprobar, ya que tras comer bastantes pasteles con cianuro y no dar señales de querer morirse, acabó muerto de un balazo.

Y ese parece ser el destino que hemos elegido. Llevamos ya casi una década tragando veneno, soportando recorte tras recorte, mirando hacia otro lado cuando nuestros paisanos, vecinos y hasta familiares van "cayendo" en el paro, los desahucios, la precariedad e incluso la muerte. 

Y vamos desarrollando tolerancia al hurto de derechos, al robo de lo público y a la corrupción reconocida y no castigada, rogando que no nos toque a nosotros la próxima privación y agradecidos de conservar lo que tenemos (cada vez menos) como si fuera un regalo de quienes habitan el Olimpo financiero y político.

Pero como Latinoamérica, África o Asia demuestran, la voracidad capitalista no tiene freno, y acabaremos como Rasputín: Confiados en nuestra capacidad de resistencia pacífica y callada (la de los borregos), nos ha de rematar como pueblo la bala de la miseria, el tiro de gracia de la dependencia permanente y resignada de la caridad ajena.

No queda (si es que lo hubo) orgullo alguno de país, de pueblo, de destino común, de historia compartida. O quizá sí, y sólo está esperando a mostrarse en la próxima muerte, el próximo desahucio, el siguiente insulto de una infanta.

Sólo espero que, para entonces, hayamos entendido que votando cada 4 años no vamos a (re)conquistar ningún derecho. Habrá que alcanzarlos sometiendo a quienes hoy ostentan el poder, consiguiendo que claudiquen para no perder todo cuanto tienen, quizá incluso su integridad.

Pero de momento, como ya escribí hace más de dos años: Si todo sigue igual es porque los pueblos nos merecemos a nuestros gobernantes. Por supuesto que son insolidarios, indiferentes, criminales en su gobernanza, pero alguna responsabilidad nos tocará, siquiera la de esperar cuatro años antes de quejarnos y exigir lo que es y siempre fue nuestro, máxime sabiéndonos mayoría (aunque silenciosa y callada, es decir aborregada).

Salud y Anarquía.

7 ago 2014

Izquiercha

Mi no comprender 
 (¿Que te vote queeeeé?)

Gente mucho más lista que yo lo ha repetido ya hasta la saciedad. Pero parece que nunca termina de calar la idea: Hay que cambiar el discurso. Nuevos tiempos, nuevas formas. Aunque el fondo, la ideología, siga siendo prácticamente la misma (si es que ya está todo inventado, hijo).

Primero, el fondo y su expresión "tradicional". O eres de Izquierdas, o de Derechas. El Centro fue una pretensión que no llegó a colar / calar, por mucho que durante unos añitos nos insistieran desde el PP y el PSOE en que esa era su posición. Antes de la debacle se dieron cuenta de que el discurso no era integrador, sino que simplemente desdibujaba los límites ideológicos y defraudaba a propios y extraños.

Lo gracioso es que, aunque abandonaron esa nomenclatura, finalmente nos la colaron y hoy no hay manera de encontrar ni encontrarse en el binomio Progresismo / Conservadurismo. En lo esencial son demasiado parecidos.

Qué mono soy, cómo me voy por la ramas. 

Las formas ya no nos valen, postulo. Opino.

Si repites "cuchara" 100 veces la palabra se te desliga de lo que usas para la sopa. Y de tanto definirse como izquierda, tanto PSOE como IU han conseguido que no identifiquemos la idea subyacente. De tanto ir  a votar cada 4 años sin que tenga consecuencias el incumplimiento de promesas, Democracia ha llegado a ser un palabro sin calado real en nuestra conciencia política (o en su ausencia).

Creo que para entender las nuevas formas hay que recurrir al viejo fondo, a la ideología que debe recuperarse como tantas otras cosas que hemos permitido que nos robaran.

Cada uno tendrá su conocimiento, justificación y relato sobre las distinciones ideológicas. El mío es pretenciosamente antropológico. 

Para mi es cuestión de conciencia de pertenencia a un grupo y de marcar prioridades personales en cada coyuntura. Me explico: Condicionados o no por la genética y la cultura que nos determinan, nuestras querencias y afanes se dirigen de abajo a arriba desde
  1. el individuo
  2. la familia
  3. el clan (barrio, pueblo, aldea, colectivo social)
  4. la tribu (ciudad, provincia, región, clase social)
  5. la nación (autonomía, país, estado, Unión de naciones - UE, USA, y demás)
  6. la especie / humanidad (esto ya es casi para fanáticos de utopías futuristas, rollo star Trek y demás).
El inconveniente (el lado oscuro) de esta pirámide de solidaridades, es que cada vez que priorizamos un "nivel" es por contraposición a otros, o al siguiente escalón. Hablando en plata: nada une más que un enemigo común.

En mi visión claramente condicionada, ser de izquierdas exige implicarse en las querencias escalando desde el nivel 1 al 5, (al 6 apurando, y cuando alguna noticia te llega al estómago - como el genocidio en Gaza -). Y una vez implicados, salvo riesgos personales (no todos nacimos para mártires, por desgracia), la conciencia nos lleva a priorizar los niveles del más amplio al más estrecho. Es Solidaridad, Reparto, y Renuncia. Si nos va bien a todos, me irá bien a mi.

Y ser de derechas implica priorizar del nivel 1 al 4 (el 5 ya es un instrumento para mantener privilegios), y marcar a fuego la defensa piramidal de sus "amores". Siempre manda el 1 (familia, amigos...), luego el 2, etc. es Meritocracia, Dominación, Despilfarro, Inmovilismo y Acaparamiento.Si me va bien a mi, el resto que arree.

Y de vuelta a las nomenclaturas. Ya no procede ser de Izquierda. Ni hace falta. Podemos ser Pueblo, Ciudadanos, incluso Obreros o Trabajadores.

Ya no procede ser o definir (ellos no suelen hacerlo) a otros como Derecha. Ni hace falta. Son Casta, Privilegiados, Ricos (no se puede ser millonario sino a costa de la precariedad ajena, desengañémonos), Oligarcas.

No hay un buen sustituto (que no de miedo al común de los votantes, eso queda para otro post) para la palabra Democracia. Pero si para su apellido. Participativa (una persona un voto, qué locura) en lugar de Representativa. Y permanente (gracias a la Red hay medios sobrados para el control y el voto inmediato y constante), frente a la "Confianza diferida" cada 4 años.

Y para terminar. Nos guste o no la forma de expresarlo, la casta, los oligarcas, son el enemigo a abatir.

Porque se han constituido en el enemigo, porque pretenden que la norma sea la precariedad vs. el privilegio.

Porque su codicia, su indiferencia, ya están costando vidas. Porque toca luchar, y la lucha no es contra un ente abstracto o una idea (que también). Es contra gentes y grupos concretos. Y el que la lucha sea pacífica, paciente y consciente es indicativo de nuestra generosidad. No de nuestra falta de determinación.


Eso sí, va a haber que moverse. Y leer, y estudiar, y opinar...¡Uy! Esto ya lo he repetido, ¿No?. Es probable que siga insistiendo, por lo menos mientras la Esteban siga siendo Superventas.

Porque cuando en este paisito nuestro hay muertos por falta de médicos, encarcelados por protestar (eso son presos políticos, por si no lo sabíais niñ@s), pobres por millones, y niños condenados a la ignorancia o la infraeducación... Si todo sigue igual es porque los pueblos nos merecemos a nuestros gobernantes.

Salud y República.

4 ago 2014

Vuelta al cole


La vuelta al cole 
(o de cómo liberarse del paradigma Homer Simpson)


¡Señoras y Señores, Niños y Niñas! No, no os voy a dar la bienvenida al Mejor Espectáculo del Mundo, hoy traigo malas noticias. Toca estudiar, leer, informarse, conversar, mover el culo, aunque sea digital.

Porque aunque llevemos años admirando en secreto al tipo amarillo que come rosquillas y sus eslóganes (que nos retratan  en demasiadas ocasiones) sino es esta la hora de ponerse las pilas, se nos va a pasar el arroz (me encanta colar dos topicazos en una sola frase).

Porque ¿Qué excusa tiene un adulto, mínimamente informado, para creer en el Ratoncito Pérez? ¿O en una de mis frases favoritas de Homer: "Si lo dicen en la televisión...¡Debe ser verdad!"?

Cuando era un crío recuerdo haber leído, con escaso entendimiento, un librito que rondaba por casa de mis padres: Diario del Ché en Bolivia. Con El Capital de Marx no pude en aquella época, pero algo de aquello debió calar, porque cuando años más tarde conocí a un músico cubano, que llevaba en la mochila un mundo de experiencias y vivencias del Socialismo Castrista, se me vino encima un ansia de Revolución y Justicia Social que aún me duran. 

Más tarde he devorado e incorporado a mi acervo las utopías posibles de Bakunin, Kropotkin, Reclús, emma Goldman, Malatesta...cuánta fe en el ser humano tiene el anarquismo, y qué tentador es.

Pero es tristemente cierto que todo se me quedó en ideología, en filosofía interior, en argumentario para sobremesas, en palabra muerta en fin.

Aún así, me quedan certezas. 

Recuerdo que hace al menos 15 años discutía, (enfilando ya uno de aquellos añorados pedetes lúcidos recorriendo bares por Malasaña), sobre el ejemplo de Cuba comparado con nuestra modélica Democracia. Y en aquella ocasión no obtuve contestación a una de mis preguntas-argumento: "¿Merece la pena toda esta "Libertad" mientras haya quienes duermen debajo de cartones y tienen que mendigar para comer?". Sigo creyendo que, ni gozamos de tal libertad entonces (cuánto menos ahora), ni merecemos el privilegio de nuestras comodidades si se construyen sobre la desgracia y las carencias ajenas.

Y entonces, como ahora, soy muy consciente de mis limitaciones morales y mi desidia en cambiar prioridades. A día de hoy, además tengo una hija, y todo mi tiempo y mi esfuerzo me parecen vacíos si le robo un minuto de atención. Pero entonces, como ahora, no me quejaría y desde luego apoyaría cualquier iniciativa que de verdad redistribuyera los recursos y nos diera un país realmente igualitario. Aunque por no poder distribuir riqueza hubiéramos de compartir la miseria (y ese no es el caso de Cuba, por cerrar el argumento anterior).

Ocurre sin embargo que, a base de Telecinco, Antena 3, TVE (la de ahora), y demás, no hacemos sino perpetuar el mito y el paradigma. El mito de que volveran aquellos felices 90 (para quienes lo fueron) si votamos de modo útil, crédulo y acertado. Y el paradigma de Homer Simpson ("Normalmente no rezo, pero si estás ahí arriba, por favor...¡Sálvame Supermán!" sustitúyase Supermán por PP, PSOE, CiU, PSV, IU, Felipe V palito...apoltronados en general).

Y para acabar con esta diarrea dialéctica. Sigo sin perder la esperanza, quiero creer en las alternativas viables (lo de la viabilidad empezó a parecerme condición sine qua non a partir de los 40, confieso). Y a riesgo de ser pesado, creo que movimientos como Democracia 4.0 y (bajando al planeta Tierra) Podemos, pueden tener la llave a un tiempo nuevo.

Cuando sea sólo un poquito más viejo podré contarle a mi hija que el 15M yo estuve allí. También le diré que en mi opinión fue un hito histórico que quedo en almacén ideológico, en palanca de movimientos concretos, pero que quizá debió y pudo ser más.

Y en cuanto a Podemos, aunque sigo teniendo el proyecto en cuarentena (me aterra ese puntito personalista con que ha arrancado, y no sé aún cuántas concesiones va a hacer en pro de la gobernabilidad), de momento me he "afiliado", adherido o cómo se le quiera llamar. Por mi que no quede, aunque debo admitir que me acojona un poquito la tremenda preparación de muchos de ellos (vamos, que me toca seguir leyendo, estudiando, conversando...y la verdad aunque sólo sea por eso, uno agradece que le den un azote a la neurona).

Para concluir, una reflexión acojonada y dos recomendaciones.

La reflexión: Ahora que el ébola trepa por Africa y ha llegado a Marruecos. Ahora que nuestra Sanidad Pública está en el chasis. Ahora que se está muriendo gente por falta de personal y recursos médicos y aquí no pasa nada...¿Si llegara a haber una epidemia en España y muriéramos a cientos...nos conformaríamos por que es un sistema algo bestia de bajar el paro?¿O habría que cambiar de estrategia (de una puta vez) y salir a "Tomar el Palacio de Invierno"?. 

Las recomendaciones (esto se puede comprar, pero tod@s sabemos que igualmente puede bajarse en cómodos PDF por la intelné): 

  • Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. Para entender por qué después de 500 años estamos así, a ambos lados del atlántico.
  • El Libro Azul, de Hugo Rafael Chávez Frías. Para entender mejor lo que nunca nos van a contar sobre la Revolución Bolivariana, y quizá para admitir que más que culebrones y azúcar lo que deberíamos importar de América del Sur son ideas y cojones (pido disculpas por el ramalazo machistorro).

Salud y República. (Que por cierto, la que propone Julio Anguita creo que merece al menos un pensamiento)

1 jul 2014

Esta casa es una ruina

Esta casa es una ruina


Hay una teoría bastante de andar por casa según la cual cada 7-8 años todos los cachivaches que nos hacen la vida más fácil empiezan a fallar sin remedio. Cierto fundamento tiene, como demostraba aquel documental de hace un par de años "Obsolescencia Programada" (http://www.youtube.com/watch?v=24CM4g8V6w8).

Puedes intentar que el servicio técnico te los apañe, aunque como ya caducó la garantía te costará un ojo de la cara, y eso si estás dispuesto a asumir que tendrás que pasar una temporada sin microondas, lavaplatos, el acuario a oscuras... Pero todos sabemos que hay irrenunciables, si no queremos vivir casi como en la Edad de Piedra (vivir sin lavadora, sin nevera, sin intelné...eso no es vida).

Pero llega un día en que los vecinos deciden cambiar de casero, y cuando te das cuenta la Edad de Piedra te parece el paraíso. No es que dejen de arreglarte las pequeñas averías. Es que se llevan la nevera, la lavadora, la televisión...y acaban por cortarte la luz, el agua, y un buen día al llegar a casa te han cambiado la cerradura y te ves en la calle.

Y ahora que todos los vecinos estamos cabreados (los únicos contentos son los dueños de los edificios), buscamos como desesperados un nuevo casero que de verdad nos devuelva lo que hemos perdido. Aunque sea con sus leves taras, que ahora añoramos recordando tiempos mejores.

Metáforas aparte, uno es bastante ácrata y desearía un país en el que no hubiera "caseros" y fuéramos los vecinos, los ciudadanos, mayorías y minorías, quienes tuviéramos capacidad de decidir nuestro presente y nuestro futuro hasta para los detalles más nimios (aquello de "Un ciudadano, Un voto"). Medios hay para que sea una realidad inmediata, basta con investigar un poquito: http://demo4punto0.net/es/home

 Y ya puestos, se me ocurre que para elaborar un programa electoral creíble y deseable bastaría con hacer un leve ejercicio de memoria y comprometerse a deshacer todas las barbaridades y robos que hemos sufrido estos últimos años.

Sobre todo estos últimos 7-8 años. Qué curioso, qué triste, qué cabreo. Al final va a ser que el Estado de Bienestar también sufre de Obsolescencia Programada, como la lavadora. Y, desde luego, ya no tenemos garantías.

Salud y República.

El paradigma de los guisantes

EL Paradigma de los guisantes


A casi todos nos gusta la paella, ¿Verdad?. Pero lo de los guisantes ya es harina de otro costal. Aunque generaciones de comedores de paella no han tenido inconveniente en disfrutar de ella mientras los dejaban (dejan) bien agrupaditos en un rincón del plato. Pero siguen disfrutando de las bondades de la paella.

Y en la paella política que se está cocinando desde las últimas elecciones europeas (aunque los ingredientes se han ido almacenando en los últimos años) parece que a todos los que llegamos con hambre de Democracia, de Derechos perdidos o conquistables, los grandes Chefs que hasta ahora lo han guisado (y se lo han comido) todo no hacen otra cosa que señalarnos los guisantes.

El guisante tremendo, de un verde casi fluorescente y con coleta, en que han convertido a Pablo Iglesias (el de ahora, no el fundador del PSOE...¡Ay si levantara la cabeza!). El Guisante contestatario de Ada Colau, la PAH y ahora Guanyem, el guisante camuflado que sigue apareciendo al remover la paella que es el 15M, el 25S, la esperanza de revivir la República...

De la paella lo rico, rico es el arroz. Que recoge y matiza todos los aromas. Que hasta es capaz de disimular que alguno de los moluscos está algo PPasado, o que lo que parecía una gamba es un pimiento desteñido (que me disculpen los votantes del PSOE por el escaso gracejo de la metáfora).

El cuento no da para más. El caso es que nos gusta la Democracia, y si fuera cierto (uno sospecha que no, ante la avalancha y la insistencia demasiado vehemente en la descalificación) que el "líder" de Podemos tiene o ha tenido sombras en su pasado, eso no desmerece la calidad de la propuesta. Sigue siendo infinitamente mejor y más esperanzadora que el resto. Al menos da voz a quienes hasta ahora hemos vivido con la sensación constante de ser un ruido de fondo para los conductores del bulldozer que está acabando con todo un estilo de vida.

Por mi parte, Bolivarianos, Castristas, Socialistas (de verdad) y hasta Asamblearios, he de reconocer que me encantan los guisantes. Por supuesto respeto a quien los deteste, pero recordad: Dejadlos a un lado y comeos el arroz.

 A palas, que es un alimento cojonudo. Y para todos.

Salud y República.

9 feb 2013

De la Ira a la Tristeza

De la tristeza a la furia, de la furia a la desesperanza, de la desesperanza al caos, o a la esclavitud consentida.

Fases de la crisis. Fases del camino a la miseria.

Desde mi última entrada me tocó la lotería, me ofrecieron (y obviamente acepté) un trabajo. Y uno sigue indignado, pero de pronto se encuentra con esa sensación de alejamiento de la  furia.

Y te descubres soltando topicazos "no me puedo quejar", "he tenido mucha suerte"...aunque nadie me ha hecho un favor. Doy mi tiempo, mis habilidades, mis conocimientos, a cambio de un sueldo. Justamente ganado, entiendo. Como cualquier trabajador/a.

Y todo empeora alrededor, y pasan los días y aparece un sentimiento nuevo, un picorcillo absurdo: Me siento culpable. Por trabajar mientras amigos, conocidos, y ajenos siguen cuesta abajo.

Y las noticias con su bombardeo, y la calle silenciosa (no nos engañemos, la mayoría seguimos calladitos o esto ya hubiera cambiado). La corrupción consentida, justificada e ignorada por el gobierno y la ¿Oposición?...creo que esa palabra algunos la han entendido mal.

Y los privilegios permanecen, la brecha se amplía, y mi privilegio de mileurista es amargo por el miedo a perder lo que tengo, porque no hay futuro a largo plazo.

Al final, la única esperanza, por mucho que se retrase, por mucho que la temamos, vulve a ser como siempre la Revolución.

Para terminar, una foto de las víctimas actuales, presentes y futuras de la Democracia cadáver (si llegó a existir algún día): La Marea...que aún no ha roto el dique de la Injusticia Social.


Seguiremos esperando...¿Seguiremos esperando?