19 dic 2016

El Efecto Rasputín

El Efecto Rasputín
"Qué ganas tengo de que acabe esto para no volver a pisar este país"
(Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, Infanta de España)

Casi dos años después retomo la tarea de volcar desahogos y vomitar frustraciones y desesperanzas. Releer mi último post ahonda la certeza de que el panorama político y social casi no ha variado, y las reivindicaciones de entonces siguen siendo válidas hoy. 

Entre medias, Podemos se ha instalado en el Parlamento y los Parlamentos. No está mal, aunque ahora empieza la cuenta atrás hacia la institucionalización y la irrelevancia o hacia el cumplimiento de la promesa de cambio y futuro.

El PSOE, fiel a su deriva liberal, se ha suicidado en la plaza pública. Nada nuevo bajo el sol.

La UE cada vez se parece más a lo que fue en el período de entreguerras que a lo que nos vendieron cuando se votó la Constitución Europea (con un vergonzoso 42% de participación, que hubiera debido bastar para frenar la integración).

En EEUU ha ganado un presidente con ramalazos neofascistas. El péndulo vuelve a oscilar.

Nos ha dejado el último referente revolucionario, icono de la resistencia a la globalización y el imperialismo económico: Fidel Castro.

Y el PP sigue gobernando en España, y sube en intención de voto. Los Santos Inocentes Edición Coleccionista.

El mundo es un lugar peor, más inseguro, intolerante y egoísta. Desde luego, no mejor. Y ahora sabemos que los coches voladores no flotarían sobre el paraíso sino sobre las calles de Blade Runner.

Y aquí seguimos sumando vergüenzas, renuncias y desesperanzas:

Seguimos sumando caídos por la demolición de la Sanidad, conciudadanos muertos por falta de recursos y atención, por denegarles la medicación a quienes mueren sin ella (con la justificación inhumana de su coste monetario), niños que quedan sin vacunas por falta de recursos de sus familias...

Seguimos sumando caídas por terrorismo machista (mujeres torturadas y asesinadas a manos de hombres que hasta el día de su vergüenza se sienten amparados social, política y hasta legalmente por un patriarcado indiferente y asesino).

Sigue habiendo un ejército (me he sumado recientemente a él) insostenible e intolerable de parados con pocos o ningún recurso. Y aún peor, trabajadores que vendiendo su tiempo de vida y su esfuerzo al beneficio de empleadores mezquinos y cortos de vista, no son capaces de asegurar con su salario la subsistencia.

Ancianos y ancianas que sostienen familias enteras, jóvenes que se ven forzados al exilio económico como hicieron sus abuelos en una España más pobre (en términos reales) y atrasada.

Leyes que castigan la protesta, el testimonio, la información veraz y hasta el chiste.

Es lo que he dado en llamar el Efecto Rasputín, en referencia a esa leyenda según la cual el mentor del joven zarévich Alekséi Románov tomaba a diario pequeñas dosis de veneno para inmunizarse ante un posible atentado a su vida. Si desarrolló tolerancia suficiente (o no) quedó sin comprobar, ya que tras comer bastantes pasteles con cianuro y no dar señales de querer morirse, acabó muerto de un balazo.

Y ese parece ser el destino que hemos elegido. Llevamos ya casi una década tragando veneno, soportando recorte tras recorte, mirando hacia otro lado cuando nuestros paisanos, vecinos y hasta familiares van "cayendo" en el paro, los desahucios, la precariedad e incluso la muerte. 

Y vamos desarrollando tolerancia al hurto de derechos, al robo de lo público y a la corrupción reconocida y no castigada, rogando que no nos toque a nosotros la próxima privación y agradecidos de conservar lo que tenemos (cada vez menos) como si fuera un regalo de quienes habitan el Olimpo financiero y político.

Pero como Latinoamérica, África o Asia demuestran, la voracidad capitalista no tiene freno, y acabaremos como Rasputín: Confiados en nuestra capacidad de resistencia pacífica y callada (la de los borregos), nos ha de rematar como pueblo la bala de la miseria, el tiro de gracia de la dependencia permanente y resignada de la caridad ajena.

No queda (si es que lo hubo) orgullo alguno de país, de pueblo, de destino común, de historia compartida. O quizá sí, y sólo está esperando a mostrarse en la próxima muerte, el próximo desahucio, el siguiente insulto de una infanta.

Sólo espero que, para entonces, hayamos entendido que votando cada 4 años no vamos a (re)conquistar ningún derecho. Habrá que alcanzarlos sometiendo a quienes hoy ostentan el poder, consiguiendo que claudiquen para no perder todo cuanto tienen, quizá incluso su integridad.

Pero de momento, como ya escribí hace más de dos años: Si todo sigue igual es porque los pueblos nos merecemos a nuestros gobernantes. Por supuesto que son insolidarios, indiferentes, criminales en su gobernanza, pero alguna responsabilidad nos tocará, siquiera la de esperar cuatro años antes de quejarnos y exigir lo que es y siempre fue nuestro, máxime sabiéndonos mayoría (aunque silenciosa y callada, es decir aborregada).

Salud y Anarquía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario